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El villano favorito durante el sexenio de Ernesto Zedillo, el hermano incómodo de un presidente priísta que como pocos de ellos abusó del poder, el hombre que inspiraba miedo entre los que lo conocían, el funcionario público que al amparo del poder de su padre y hermano acumuló una vasta fortuna, el presunto autor intelectual de uno o más homicidios resultó ser, después de todo, una blanca paloma, un ser impoluto por el pecado, una víctima más de la injusticia que tanto abunda en nuestro país, un santo que fue martirizado por el capricho de Ernesto Zedillo.
Efectivamente, Raúl Salinas de Gortari fue finalmente exonerado del delito de enriquecimiento ilícito después de casi 20 años de enfrentar exitosamente un buen número de acusaciones en su contra. Acusaciones que se fueron derrumbando, una a una, gracias a la ayuda profesional que recibió de los mejores y más caros abogados de México, Estados Unidos y Europa y, claro está, al apoyo que recibió de su aún políticamente poderoso hermano menor.
Desde que su arresto se llevó a cabo previa autorización de Zedillo, el 28 de febrero de 1995, Raúl Salinas enfrentó y ganó diversos procesos penales. La Procuraduría General de la República (PGR) lo acusó de ordenar el asesinato de su ex cuñado José Francisco Ruiz Massieu así como por los delitos de peculado, lavado de dinero, defraudación fiscal, narcotráfico y enriquecimiento ilícito.
La PGR trató de demostrar su enriquecimiento inexplicable e ilícito con base a 49 bienes inmuebles que adquirió en la Ciudad de México y ocho Estados de la república con recursos económicos que sobrepasaban por mucho sus ingresos como funcionario. La PGR alegaba que el enriquecimiento provino de la partida secreta de la Presidencia, de la que se desviaron 2,218 millones de pesos entre 1990 y 1994 por órdenes del entonces director de Administración de la Presidencia de la República, Ernesto Sentíes, quien murió en 1998.
La PGR agotó así los recursos legales que tenía a su disposición para poder lograr una sentencia condenatoria contra el ahora ex incómodo hermano presidencial. Lo que ahora sigue es que a partir del mes entrante Raúl y/o los legítimos propietarios de los más de 30 inmuebles asegurados por la PGR puedan recuperar los mismos.
Raúl pasó 10 años de su vida en la cárcel y fue liberado en 2005 después de ser exonerado de casi todos los cargos que contra él formuló la PGR. La última acusación, la del enriquecimiento ilícito, quedó finalmente desechada el viernes de la semana pasada.
En este caso, ¿qué sucedió?
¿Fabricó la PGR las pruebas que utilizó contra Raúl Salinas, entre ellos los pasaportes emitidos por la Secretaría de Relaciones Exteriores en donde la foto era suya pero el nombre no?
¿Resultó cierto que los 114 millones de dólares que estaban depositados en una cuenta bancaria a su nombre en Suiza no eran de él sino de importantes empresarios que se los dieron para que él los invirtiera y que los 49 inmuebles tampoco le pertenecían?
¿Fue el ahora ex incómodo hermano de Carlos Salinas víctima de la furia de Ernesto Zedillo?
Nunca sabremos lo que ocurrió. Lo que sí queda claro es que en este caso falló terriblemente el sistema de procuración e impartición de justicia. Tanto la PGR como los jueces y magistrados involucrados en los juicios que se le hicieron a Raúl Salinas quedan mal parado ante la opinión pública que ahora tiene una razón más para creer que en México prevalece la injusticia, un razón encarnada en la persona de San Raúl Salinas.
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